La enormemente triste y perturbadora conducta sexual pasada del arzobispo Theodore McCarrick una vez más ha causado angustia, ira y consternación en la comunidad católica de Estados Unidos. Como obispo de esta diócesis, siento pesar por las víctimas del arzobispo y apoyo plenamente las gestiones que se están llevando a cabo para que se haga justicia con rendición de cuentas. Ese proceso, junto con nuestras oraciones, compasión y solidaridad es lo que se merecen quienes han sido objeto del abuso. Tal como lo dijo el cardenal Sean O’Malley, «Las palabras no bastan». Nuestras palabras deben ir acompañadas de acción.
El papa Francisco ha dado el importante paso de aceptar la dimisión de McCarrick del colegio cardenalicio y ha dispuesto para él una vida de oración y penitencia. Sin embargo, también es importante que la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. revise su actual estatuto de protección de niños y jóvenes contra abusos del clero, o Estatuto de Dallas. El estatuto debe garantizar procedimientos y prácticas que impongan un mismo nivel de rendición de cuentas para el clero, los empleados, los voluntarios y los obispos. Soy uno de los obispos con conocimiento de la ley que gobierna los asuntos de la Iglesia, y como tal apoyo esta iniciativa.
Somos una Iglesia de misericordia y, como el papa Francisco constantemente nos lo recuerda, "todos somos pecadores". Pero si bien el perdón es parte esencial del Evangelio, siempre ha de practicarse en conjunción con la virtud de la justicia. La misericordia no disminuye la importancia de la rendición de cuentas, del arrepentimiento y de la restauración del equilibrio de la justicia. Debemos esforzarnos para seguir el difícil camino hacia el discipulado al que Jesús nos ha llamado.
En respuesta al horrible escándalo de abusos cometidos por miembros del clero que estalló en el año 2002, la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. tomó medidas para lograr que nuestras parroquias y ministerios sean lugares donde los niños, los adultos vulnerables y todos los que más lo necesitan estén protegidos contra el abuso sexual y las conductas predatorias. Ese compromiso requiere de vigilancia continua y nunca debemos descansarnos en lo logrado. Aprovecho la oportunidad que me presentan estas tristes revelaciones para recordarle a cualquier persona que haya sido objeto de abuso en la Diócesis de Tucson, que dé el primer paso contactando a las autoridades del orden público, y luego a la Oficina diocesana de protección de niños, adolescentes y adultos llamando al 520-838-2513.
Pidamos que mediante nuestros esfuerzos, oraciones y renovado compromiso, podamos continuar edificando la Iglesia que amamos, el cuerpo mismo de Cristo.
Obispo Edward J. Weisenburger
Diócesis de Tucson